Soy MaryVi

Desde niña aprendí a esconderme. Era tímida, callada y en un episodio en la escuela aprendí que destacar no era bien visto. Poco a poco, me fui apagando para poder encajar en la llamada "regla social" - desde mi percepción .

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La timidez se volvió mi escudo y el silencio, mi refugio. Aunque por fuera parecía tranquila y amiguera, aunque para muchos era amtipática y odiosa  - gracias a la timidez -, por dentro había una niña llena de inseguridades, a pesar que era del club de las niñas cool de la escuela. 

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Era buena estudiante, pero un día fallé en un examen - ¡pum! ¿como yo pude fallar?-  y la profesora - pensando que era lo mejor para enseñarnos - me expuso a mí y a otros compañeros públicamente con un cartel que decía “es mal estudiante”. Esa humillación selló en mí una herida: no era seguro ser vista - porque quiénes me vieron se burlaron o hicieron caras.

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Durante años viví cumpliendo expectativas, escondida detrás de un rol de niña tranquila, callada, insegura y con miedo a ser vista.

 

Un día, mientras cursaba mi primer taller básico de Psicopintura, me pidieron que me dibujara, parecía simple. Pero cuando intenté hacer mi rostro, no pude. Literalmente, no podía dibujarme, borré y borré hasta que desistí.

 

La guinda del pastel fué cuando me preguntó mi maestra en ese taller ¿de qué y por qué te estas ocultando o escondiendo? Fué como recibir una cachetada, de inmediato entré en llanto, me di cuenta de que no me estaba reconociendo, me había negado a mí misma, oculta del mundo, y lo más importante oculta de mi misma. En el momento no supe de dónde venía ese bloqueo, me preguntaron si mi mamá o mi papá me habían dicho algo y mi respuesta siempre fué "No, que yo recordara nunca me dijeron nada que me hiciera sentir así". Hasta que con el tiempo y haciendo más ejercicios de ir hacia dentro, llegó la respuesta. 

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​Ese fue el quiebre, el “¡ah, claro!”. La imagen sin rostro fue más clara que mil palabras. Me di cuenta de que llevaba toda una vida reprimiendo quién era, esperando aprobación, miedo a ser rechazada o juzgada. Pero también comprendí algo más profundo: yo tenía el poder de mostrarme, de abrirme al mundo y de ser Yo.

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Inicié un profundo camino de sanación, años de autoconocimiento, comprenderme, reencontrarme, integrarme, mostrarme y sacar todo mi potencial. Desde entonces mi proceso ha sido una aventura con altos y bajos, disfrutando el proceso con cada autodescubrimiento, poniendo en práctica mis dones y capacidades, que durante años estuvieron dormidos y en pausa, y hoy los integro desde el amor, la valentía y la autenticidad.

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Hoy puedo decir que vivo la vida que siempre he soñado, y digo "he soñado" porque la sigo creando.